Psicóloga especializada en duelos y rupturas de pareja
Terapia de duelo: tratamiento psicológico para duelos y rupturas
¿Estás atravesando una ruptura de pareja y te sientes perdido? ¿Buscas un psicólogo en Madrid que te ayude a afrontar este dolor? Si es así, te invito a que sigas leyendo.
Cada vez más personas acuden a consulta por dificultades emocionales derivadas de una separación, lo que impacta no solo su bienestar emocional, sino también en su vida cotidiana.
Las razones por las que una ruptura puede convertirse en una carga emocional insostenible son diversas: la traición, la falta de comunicación, las expectativas no cumplidas, o simplemente el dolor de la pérdida de un futuro compartido. Estas situaciones pueden provocar ansiedad, tristeza y, en ocasiones, un sentimiento de incapacidad para seguir adelante.
Si te encuentras en esta situación, buscar ayuda profesional puede ser un paso crucial para comenzar a sanar y encontrar el camino hacia una nueva etapa en tu vida. No tienes que enfrentar esto solo; hay recursos y especialistas en Madrid dispuestos a apoyarte.
Psicóloga especializada en ruptura de pareja
-Laura Lobo
¿ Por qué cuesta tanto aceptar el fin de una relación ?
Las rupturas pueden ser profundamente dolorosas. Aceptar el final de una relación es un proceso complejo que a menudo viene acompañado de preguntas constantes: ¿Cuándo comenzaré a sentirme mejor? ¿Podré dejar de extrañar a esa persona, aunque sea un poco?
Esta situación puede volverse un verdadero drama, ya que separarse de alguien significa, en muchos casos, separarse de partes de uno mismo. Sentimos que hemos perdido algo esencial, y en ocasiones, nos perdemos a nosotros mismos. Por eso, a veces, la ruptura no se siente completa hasta que hemos pasado un tiempo significativo procesando la situación.
Las relaciones no solo implican amor; también están llenas de sueños compartidos, intimidad y una visión de futuro conjunta. Cuando esa conexión se rompe, deja un vacío que es difícil de llenar.
Además, enfrentamos preguntas difíciles sobre nosotros mismos: ¿Qué hice mal? ¿Por qué no funcionó?, ¿Qué hubiese pasado si hubiese hecho tal cosa?. Pasamos tiempo reflexionando sobre diferentes posibilidades, tratando de convencernos de que podríamos haber hecho algo distinto, como si existiera una acción específica que pudiera haber hecho que todo cambiase.
¿Por qué me duele tanto?
Romper o separarse es una de las experiencias más desafiantes de la vida, ya sea con la familia, un trabajo, amigos o, por supuesto, en una relación amorosa.
En una ruptura, comenzamos a ver cómo es la otra persona sin nosotros, más allá de la relación. En ese momento, la atención se centra en los intereses individuales, que a menudo no coinciden. Es normal pensar que la otra persona se ha vuelto egoísta, como si pudiéramos cambiar su perspectiva cuando la relación ha llegado a su fin.
Separarse puede sentirse casi como un acto de supervivencia. Cuanto más vulnerables nos sentimos, más tendencia tenemos a culpar al otro o a querer cobrar por nuestro dolor.
El final de una relación no implica necesariamente el fin del amor o del cariño. Cuando alguien nos dice que ya no quiere seguir, en lugar de interpretar eso como una falta de amor, es mejor escuchar qué aspectos de la relación le resultan dolorosos. Es posible avanzar, permitiendo que surja una transformación que no nos genere resentimiento.
Nunca es tarde para entender que las separaciones no ocurren de la noche a la mañana, sino que son el resultado de un desgaste largo y complicado. Si nos atrevemos a enfrentar esta experiencia, podremos crecer enormemente y estar mejor preparados para nuevas vivencias.
¿Cuáles son los principales síntomas?
Una ruptura de pareja es un proceso profundamente transformador, en el que uno/a muchas veces no sabe cómo va a reaccionar ni cómo se irá encontrando a medida que avanza.
En este contexto, reconocer los síntomas que acompañan a la ruptura puede ser el primer paso para entender la magnitud de lo que se está experimentando. No se trata solo de “superar” una relación, sino de desentrañar los efectos emocionales y psicológicos que pueden influir en nuestra forma de ver el mundo y de la manera en que nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás. Cada síntoma refleja un proceso de adaptación, una búsqueda de sentido en medio del caos que deja una separación.
La tristeza profunda es un síntoma común en la dependencia emocional, reflejando el vacío y la angustia que surgen al no recibir la atención o cercanía de la persona de quien se depende. Esta tristeza puede sentirse abrumadora y persistente, ya que la persona percibe que su bienestar está ligado a esa relación, dificultando su capacidad para disfrutar de la vida de forma independiente.
La irritabilidad es otro síntoma frecuente en la dependencia emocional. Suele surgir cuando la persona no recibe la atención, el tiempo o la validación que espera de la otra persona, lo que genera frustración y enojo. Esta irritabilidad puede volverse constante, ya que la dependencia emocional lleva a una necesidad intensa de control o cercanía, y cualquier percepción de distancia o falta de reciprocidad puede desencadenar una respuesta emocional negativa.
La ansiedad es un síntoma muy común en la dependencia emocional. Surge ante el miedo constante de perder a la persona de la que se depende o de no recibir el afecto necesario. Esta ansiedad puede manifestarse como preocupación excesiva, nerviosismo, y una necesidad de contacto o confirmación constante. La dependencia emocional hace que la persona se sienta en alerta permanente, temiendo el rechazo o la separación, lo que dificulta la calma y la seguridad en la relación y en uno mismo.
La dependencia emocional puede provocar enojo intenso cuando la relación se percibe amenazada. Este enojo surge del miedo al abandono y a la pérdida de conexión, generando reacciones impulsivas como intentos de control o exigencia de atención. Detrás de esta rabia hay inseguridad y necesidad de aprobación constante, lo que refuerza el ciclo de dependencia.
El shock o la sensación de sorpresa y bloqueo emocional surge de la necesidad de seguridad y conexión en la relación, generando un estado de vulnerabilidad y confusión. Es un impacto emocional que refleja el miedo a perder al otro y la dificultad para manejar la incertidumbre, dejando a la persona atrapada en una constante búsqueda de estabilidad en el vínculo.
La dependencia emocional provoca una intensa sensación de vacío cuando la otra persona se muestra distante o inaccesible. Este vacío surge del temor a la soledad y de la necesidad de seguridad en la relación, creando un estado en el que la persona busca llenar esa carencia constantemente. Así, el vacío se convierte en un ciclo en el que el bienestar propio depende de la presencia y el reconocimiento del otro.
Es común que la mente se sienta más dispersa. Tal vez te encuentras en el trabajo o en casa, pero los pensamientos sobre la relación aparecen sin aviso, llevándose tu atención. Puede ser difícil concentrarse en tareas simples, y todo parece más agotador de lo normal. Esta falta de concentración no solo afecta tu productividad, sino que también puede generarte frustración e incomodidad.
Las emociones fuertes pueden manifestarse físicamente, y después de una ruptura, es común que el cuerpo también sufra. Tal vez has notado dolores de cabeza frecuentes, migrañas, o incluso molestias estomacales. Estos síntomas no son solo «todo en la mente»; el cuerpo reacciona al estrés emocional, y el dolor físico puede ser una señal de la carga que llevas dentro.
Es fundamental recordar que el duelo es un proceso natural y saludable que lleva su propio ritmo. No existe un «tiempo correcto» para superarlo, y cada persona lo experimenta de forma única. Si los síntomas del duelo llegan a ser demasiado intensos o se prolongan más de lo esperado, buscar el apoyo de un profesional de la salud mental puede ser de gran ayuda para facilitar la adaptación y promover la recuperación.
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